
La propina
Según el refranero, que pocas veces se equivoca, la cara es el espejo del alma, y ahí es donde Sánchez no miente. Solo hay que mirarle a la cara para conocerle. Su mandíbula apretada, espejo de su soberbia o disgusto, su inexpresión ante la desgracia ajena, o su carita de niño y voz suave cuando cuenta uno de sus cuentos…
En su visita a la abrasada Sierra de la Culebra y su baño callejero de minorías su rostro era incapaz de mostrar el menor signo de compasión, de empatía. Era más indiferencia que frialdad, un mero trámite. Si mostró su verdad al hablar de lo sucedido en Melilla y su satisfacción por el buen trabajo de la policía marroquí, que acabó en decenas de muertos.
Hoy leía que cuenta ya con casi 400 asesores para el solo. La pregunta es ¿para qué le valen? El sino de este gobierno es que un titular apenas dura unas horas. Y los “incidentes” de Melilla apagaron mediáticamente las medidas extraordinarias para atajar la crisis social y económica aprobadas en un Consejo de Ministros extraordinario celebrado en sábado. Medidas que tienen poco de extraordinarias.
De ellas, no dejo de pensar en los 200 euros que podrán recibir -una sola vez- algunos autónomos. Una propina que les servirá de nada, más cuando su solicitud y tramitación puede resultar más costosa. Una propina que refleja la catadura moral de un personaje que no ha reducido un gasto desde el inicio de la crisis, que utiliza el Falcón para ir a la piscina, que vive una realidad ajena a la de los 40 millones de españoles y que piensa que la crisis se arregla con propinas o limosnas. Solo hay que verle la cara.
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