
Diálogos
La apelación al diálogo es habitual en aquellos que se niegan a llegar a un acuerdo. Es un arma arrojadiza para descalificar al otro “por no querer dialogar”. Un viejo truco de políticos tramposos y sectarios, utilizado con más frecuencia por los partidos populistas y de izquierda y por “líderes” como Pablo Iglesias y Pedro Sánchez.
Lo mismo ocurre con la tan traída y llevada reforma de la Constitución, donde Sánchez es incapaz de matizar el qué y el cómo. No así Iglesias, que no oculta su deseo de acabar con el régimen actual para crear el suyo propio. El paradigma de esta contradictoria afición a promover el dialogo y negarlo a la vez, fue el “cordón sanitario” del “tripartito catalán”, que estableció, ante notario, el compromiso de sus firmante de no llegar a ningún acuerdo con el PP. El “No al diálogo” ante notario.
Ahora se habla de dialogar con el gobierno traidor de Cataluña, negociación a la que Sánchez quiere incorporar a Podemos. Me gustaría que Sánchez precisara los términos de negociación, su alcance, sus líneas rojas… También que el otro lado, el de las “víctimas de la opresión española”, deje claro si quiere dialogar, qué está dispuesto a negociar y en qué términos, para que Sánchez se entere de una vez.
La realidad será otra y entraremos, de nuevo, en un bucle surrealista y tramposo para denunciar la falta de voluntad e incapacidad del PP para negociar, mientras Puigdemont y sus secuaces se mueren de risa y siguen adelante.
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