El ejemplo de Risto Mejide
En la nutrida fauna ibérica de emprendedores venidos a inversores hay de todo menos buenos ejemplos.
Pruebe a hablar con un emprendedor que busca capital para que le cuente sus muchas penas cotidianas. “Aquí no hay ni inversores ni business angels –le dirán- lo que hay son especuladores que piden una participación muy elevada en el negocio a cambio de unos pocos euros y un retorno acelerado de su dinero”. Así es en la mayoría de los casos, “jugadores de ruleta que apuestan pequeñas cantidades a muchos números”.
Pero, como cualquier
situación es susceptible de empeorar, en los últimos tiempos ha proliferado el
formato 'elevator pitch' que consiste
en presentar un negocio o empresa a un potencial inversor en menos de tres
minutos. La idea no es mala si de lo que se trata es de sintetizar mensajes y
ser capaz de atraer el interés de manera inmediata.
Está claro que no todos los proyectos se pueden contar en tan poco tiempo
y sólo los muy evidentes “mi padre tiene una mina de diamantes y quiero crear
una cadena de joyería low cost” tendrán
chance.
En la práctica y con las perversiones ad hoc propias de lo hispano, estos
“elevator picth” son una feria de las vanidades para estos pequeñitos
inversores, “siéntete importante por un día”, y un martirio, además de una pérdida
de tiempo, para los candidatos. No dejan de ser un espejo de algún programa de
la TV basura del estilo "Tú si que vales" en el que un personaje de pose y discurso estudiado machaca
literalmente la ilusión de unos candidatos no siempre afortunados.
Puestos a copiar, sería bueno incorporar a los elevator picht a Paquirrín y el voto del público
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